Por: Carmen Heck, vicepresidenta adjunta de Oceana

El mar peruano es una de las bases de nuestra gastronomía, pero también es una importante fuente de trabajo e ingresos para miles de familias: pescadores, fileteras, comerciantes, entre muchos otros.
Ese balance se ha puesto en riesgo en los últimos años debido a un crecimiento acelerado y descontrolado del sector. Hoy hay más embarcaciones que las que aguanta nuestro mar, y los efectos de esa explosión los están sintiendo de primera mano los pescadores artesanales que se dedican hace muchos años a esta actividad.
Según las encuestas que realiza el IMARPE de forma periódica, el número de embarcaciones artesanales hoy es mucho más del doble que hace 20 años; llegando a más 23 mil botes según la última encuesta del 2023. No es de sorprender que un estudio del año 2020 haya evidenciado que los pescadores requieren hoy realizar un mayor esfuerzo (más inversión, faenas más largas) para conseguir las mismas capturas que antaño, disminuyendo sus ingresos y llevando a que muchos de ellos vivan por debajo de la línea de pobreza.
La respuesta del Estado hace ya más de una década, fue prohibir la construcción de nuevas embarcaciones, pertinente decisión que fue seguida del inicio de procesos de formalización para sincerar el tamaño de la flota. Sin embargo, esta estrategia no ha venido acompañada de una fiscalización eficaz que ponga freno a la operación de astilleros ilegales que siguen construyendo nuevas embarcaciones a vista y paciencia de todos. De acuerdo con IMARPE, solo entre el 2016 y el 2023 ingresaron a la actividad más de 5 mil nuevas embarcaciones, es decir más de 60 por mes.
Un ejemplo de las consecuencias de esta presión sobre los recursos es lo que viene ocurriendo en la pesquería de pota, donde a finales de agosto una cuota adicional de pesca fue autorizada para ser extraída hasta fines de octubre, pero PRODUCE ha tenido que cerrar la temporada de pesca a los 17 días de iniciada por los altos volúmenes de captura, en medio de denuncias de pesca ilegal y falta de controles adecuados. Los principales afectados son los actores formales de esta pesquería, quienes no tendrán los retornos esperados para sus inversiones.
Este problema es de todos los peruanos. El aumento de flotas ilegales pone en riesgo la sostenibilidad de una de las actividades económicas más importantes del país, y al mismo tiempo empodera a las mafias. En este caso, a las que lucran con el tráfico de matrículas y permisos de pesca y que corrompen funcionarios para seguir operando. Parecido a lo que ocurre con la minería ilegal, solo que en este caso no hay imágenes satelitales que nos permitan dimensionar visualmente la escala del problema.
¿Qué hacer para no llegar al mismo punto de la minería? No cometer los mismos errores.
1. No se deben abrir más procesos de formalización, que en su momento fueron necesarios, pero hoy sirven de incentivo perverso para quienes ven una oportunidad de seguir construyendo barcos ilegales. Por eso preocupan iniciativas como la recientemente presentada por el congresista Pazo que busca reabrir un proceso de formalización que terminó con éxito hace más de 2 años para permitir que más de 2000 embarcaciones que no pudieron probar su existencia en su momento (es decir han sido construidas ilegalmente después) sean legalizadas hoy.
2. Se deben inyectar recursos a los operativos de interdicción y clausura de astilleros ilegales y el desguace de embarcaciones fantasma. La ley y el protocolo existen, toca hacerlos funcionar.
Finalmente, se debe replicar lo que ya funcionó antes. Años atrás, la flota industrial también tuvo problemas de clonación de barcos y duplicación de permisos. ¿La solución? Que las embarcaciones sean parte de un sistema de seguimiento satelital. Saber en tiempo real donde están los barcos formales, hace posible identificar a los que no lo son y separar la paja del trigo para realizar operativos de control eficaces.
Poner freno a una actividad ilegal siempre será complejo y generará resistencias de quienes lucran con ella. Pero no hay otro camino, ya lo vimos con la minería. Una buena noticia pareciera ser que los principales actores de la pesca coinciden en el diagnóstico y en las soluciones. Aún estamos a tiempo de asegurarnos que nuestra riqueza marina dure para siempre.