Texto y fotos: Álvaro Franco Reyna desde Cajamarca
Aunque ya era un problema recurrente, desde septiembre de este año Cajamarca vive una grave crisis hídrica que ha obligado a la EPS Sedacaj a emplear cisternas para abastecer de agua a la ciudad. Las causas del desabastecimiento están relacionadas con la intensa sequía que azota al norte peruano, el impacto de la minería sobre el río Grande (principal fuente de agua de la ciudad), así como los efectos sobre las cabeceras de cuencas.
Para Marco Arana, fundador de Grufides, este problema ya se conocía desde hace más de 20 años, pues desde entonces ya se hablaba del estrés hídrico que afectaría a Cajamarca. “La afectación del derecho al agua ha sido agravada por el impacto de la minería en las cabeceras de cuencas, el impacto sobre las aguas subterráneas. Hace 20 años lo advertimos. La solución ahora es peor, porque nos han dicho que construirán pozos tubulares. ¿Quién va a costear la construcción?”, cuestionó.
En la actualidad la Planta de Tratamiento El Milagro abastece con agua potable al 70 % de la ciudad de Cajamarca. Dicha planta tiene dos captaciones de agua: del río Porcón y del río Grande. Sin embargo, la última ha sufrido una reducción considerable en su caudal.
El año pasado luego de su visita al Perú, el relator especial de la ONU para el derecho al agua potable y el saneamiento, Pedro Arrojo-Agudo, indicó en su informe que en Cajamarca el 70% de la población bebe las aguas antes utilizadas por la empresa minera Yanacocha Newmont.
“Hace años que la empresa secó los manantiales del nacimiento del Río Grande, que históricamente abastecía a la ciudad. En la actualidad la empresa vierte al cauce los caudales previamente bombeados del acuífero y usados en sus procesos productivos para ser distribuidos a la población como agua potable, quebrándose así el precepto constitucional de prioridad”, señala el informe.
Inequidad en el acceso al agua
En las alturas de Cajamarca, el caserío de Quishuar Corral enfrenta una crisis hídrica que amenaza su supervivencia. La falta de acceso a agua potable, sumada a la contaminación de los recursos hídricos, ha desatado una ola de enfermedades y desesperación entre los pobladores.
La comunidad depende de un pequeño «ojo de agua» para abastecerse, pero este manantial está al borde del agotamiento. Muchos señalan las explosiones diarias realizadas por la mina Yanacocha como una posible causa de la disminución del flujo. “A veces hay agua, pero otras no. No sabemos si es por las explosiones de la mina o por otros factores, pero ya no llega como antes”, lamenta Juan Yopla Castrejón, líder comunal.
Ante la escasez, los habitantes recurren al canal Quishuar, que proviene directamente de la mina. Sin embargo, el agua de este canal no es apta para el consumo humano. Los vecinos denuncian que su uso provoca alergias, ronchas, y, en algunos casos, incluso enfermedades más graves como el cáncer. “Nos da miedo tomarla. También los animales se enferman y mueren al beberla”, advierte Wilder Yopla. Según él, en temporada de lluvias, la situación empeora, ya que el agua adquiere una coloración brillante que parece delatar la presencia de químicos.
El canal, que transporta agua desde la Poza San José, no solo abastece a Quishuar Corral, sino también a comunidades cercanas como Elizo Colorado, antes de desembocar en el río Grande. Este río, a su vez, alimenta la planta de agua El Milagro, que provee agua a la ciudad de Cajamarca. La comunidad exige análisis inmediatos para determinar la calidad del agua y los riesgos para la salud.
La situación es crítica también en la escuela local, donde no hay acceso a agua potable desde hace más de dos años. A esto se suma la carencia de una posta médica, lo que agrava la vulnerabilidad de la comunidad. “Vivimos enfermos y sin atención médica”, denuncia una mujer.
Los comuneros responsabilizan directamente a la mina Yanacocha por el deterioro de su calidad de vida. “La mina nos está acorralando. Los manantiales están desapareciendo, y la escasez es cada vez peor. Caminamos horas hacia el ojo de agua más cercano, pero también se está secando”, afirma un poblador, visiblemente afectado.
La tensión con la minera sigue en aumento. Según los comuneros, Yanacocha ha desplegado seguridad armada para impedir el acceso a ciertas áreas. “No podemos pasar más allá; nos pueden disparar”, afirman con temor.
La crisis de Quishuar Corral es un llamado de atención urgente para las autoridades locales y la empresa minera. Con el agua, recurso vital, cada vez más escaso y contaminado, el futuro de esta comunidad pende de un hilo. Sin acciones inmediatas, las enfermedades y el sufrimiento continuarán marcando el día a día de sus habitantes.