Paul Viñas, Biólogo por la Universidad Nacional de Piura.
Han pasado ocho años desde la última gran sequía que atravesamos en 2016, cuando, al igual que ahora en octubre de 2024, los niveles de los reservorios Poechos y San Lorenzo llegaron a mínimos históricos. Si esto le suena a una historia repetida, así es. Lo más grave es que, en menos de una década, con tres gestiones del Gobierno Regional y cinco presidentes, aún no contamos con una ruta clara y de largo plazo para enfrentar este fenómeno recurrente y agravado por el cambio climático.
El SENAMHI ha registrado 10 eventos de sequía en los últimos 37 años, es decir, uno cada cuatro años, aunque de intensidades variables. Otras instituciones públicas y privadas también han alertado sobre el problema, mientras que los agricultores y la población sabemos que dependemos del agua almacenada en los reservorios Poechos y San Lorenzo para mover la economía regional y abastecer de agua potable a las principales ciudades de la costa.
Las alarmas ya están encendidas, y la amenaza de quedarnos sin agua es inminente. Si no llueve en los próximos días, o el Divino Cautivo no obra un milagro, la falta de agua nos pasará factura. Más allá de eso, el impacto económico sobre los cultivos de la región de Piura será devastador.
Podemos extraer algunas conclusiones que agruparemos de la siguiente manera:
Lo malo: Enfrentamos cambios climáticos a nivel global que exigen que nos adaptemos y tomemos medidas de mitigación. Es probable que estos fenómenos se intensifiquen en los próximos años, y desde la sequía de 2016 todo ha quedado en promesas y buenas intenciones.
Lo feo: Nuestra inacción para tomar medidas adecuadas y oportunas. Solo contamos con gobernantes reactivos que, cuando ocurre el desastre, se movilizan para apoyar a los damnificados, pero no para abordar las causas de fondo. No existe una planificación a largo plazo. Abundan las reuniones, visitas a la zona, propuestas de proyectos y capacitaciones, pero no se concretan acciones en el terreno.
Lo bueno: Son pocas las instituciones que han implementado acciones para reducir los efectos del cambio climático, aunque todos sabemos que urge recuperar las áreas verdes en la región, especialmente en las cabeceras de cuenca.
Ante esta situación, nos queda contribuir desde nuestros espacios y posibilidades (por ejemplo, sembrando y cuidando árboles, apoyando iniciativas de reforestación y protegiendo las fuentes de agua), además de exigir a nuestras autoridades, especialmente en las próximas elecciones, que incluyan en sus planes de gobierno medidas para reducir los efectos del cambio climático y promover un desarrollo sostenible.