El estrés hídrico que agobia a Piura ya había sido advertido: organismos internacionales y nacionales señalaban, desde el año pasado, que esta región del norte peruano sufriría los impactos de un déficit hídrico impulsado por el cambio climático y la ausencia de lluvias. Sin embargo, las autoridades locales y regionales no se prepararon ni diseñaron un plan de contingencia. Por ese motivo, cuando el reservorio de Poechos se empezó a secar (llegó hasta los 14 millones de m3, una cifra histórica), recién encendieron las alarmas y reaccionaron. Aunque, ya era demasiado tarde.
Los impactos de la sequía son evidentes en el campo y en la ciudad: agricultores de los valles del Chira, Medio y Bajo Piura luchan, a duras penas, por salvar sus cultivos de arroz, mango, limón, entre otros. Mientras tanto, en las ciudades los ciudadanos se las apañan, como pueden, para conseguir agua. Algunos compran, otros esperan en largas colas a 21 cisternas que son insuficientes para cubrir una alta demanda de gente que clama por este recurso cada vez más escaso.
Norte Sostenible ha estado en el epicentro de la tragedia, recogiendo testimonios y cubriendo los incidentes en torno a este desastre que pudo preverse. Aquí les presentamos, en una galería gráfica, los impactos de una crisis hídrica que pudo evitarse; y que ha escalado tanto que ahora militares y policías custodian la Planta de Tratamiento de Curumuy y canales, para evitar que se roben la poca agua que queda en Piura.
DESESPERADOS. Vecinos de la urbanización Piura se retiran a sus casas luego de que se acabara el agua de la cisterna. COLAS. Vecinos de la Urbanización Piura pugnan por conseguir un poco de agua potable de una cisterna que reparte en la zona. ESPERA. Una vecina de la urbanización Bello Horizonte, en Piura, recoge agua de una cisterna que recorre la zona.CUSTODIA. Un soldado del Ejército vigila el canal Daniel Escobar, para evitar que roben el agua cada vez más escasa en Piura. VIGILANCIA. Soldados del Ejército custodian la Planta de Tratamiento de agua de Curumuy, en Piura. SEGURIDAD. Las autoridades encadenaron y colocaron candado a todas las compuertas y pases de agua del canal Daniel Escobar, para evitar que se roben la poca agua que queda en Piura. MEDIDAS. Las autoridades cerraron la compuerta en Cieneguillo, para evitar que los agricultores roben agua para sus cultivos. IMPACTOS. El agricultor Jhon Silupú, de Cieneguilo, en Sullana, muestra los limones secos y perdidos por el estrés hídrico que sufre la región.EFECTOS. Miles de agricultores de Piura han perdido sus cosechas de limón, mango, arroz, entre otros cultivos. AGRICULTURA. El impacto de la sequía en el agro ha sido feroz. Plantaciones enteras se han perdido por falta de agua. CRISIS. El canal Daniel Escobar, que conduce agua desde el reservorio de Poechos hasta la Planta de Tratamiento de Curumuy, alcanzó estos niveles. ¿RESPONSABLES? Los agricultores acusan de esta tragedia, que pudo preverse, al Proyecto Especial Chira Piura, operador del reservorio de Poechos, en Piura.
Hasta hace poco creíamos lejana la imagen de militares custodiando una cisterna de agua o una represa. Estábamos equivocados. La actual crisis hídrica en Piura nos ha traído al presente un futuro que considerábamos distante. Militares con fusiles cuidan el canal Daniel Escobar y la Planta de Tratamiento de Curumuy, para evitar que se roben la poca agua que queda en Piura, y por la que luchan agricultores y ciudadanos.
Las lluvias usuales de este verano volvieron a desnudar las vulnerabilidades de las ciudades del norte del Perú, que hace ocho años se inundaron por el Niño costero. Desde entonces, y a pesar de las promesas de las autoridades de turno, siguen vulnerables y sin soluciones definitivas. La ANIN aún no culmina las obras de prevención para evitar que localidades como Piura, Tumbes, Lambayeque o La Libertad se inunden cada vez que llueve. Apenas ha avanzado el 40% de las obras a su cargo.
En un rincón olvidado de Piura, donde la pobreza y la violencia se entrelazan en el polvo de los asentamientos humanos, un movimiento silencioso está cambiando vidas. Son mujeres que, tras sobrevivir al maltrato y la indiferencia, decidieron romper el silencio y tejer redes de apoyo desde la base misma de sus comunidades. Frente a un sistema que a menudo les da la espalda , ellas —defensoras comunitarias— se han convertido en refugio, voz y esperanza para otras que, como Ana*, necesitan saber que no están solas. Esta es la historia de una resistencia que no lleva uniforme, pero sí un compromiso inquebrantable en la lucha contra la violencia de género.
El Ejecutivo destinó casi S/ 100 millones en la instalación de Sistemas de Recolección y Evacuación de agua de lluvia (SARE) en Piura, Tumbes, Lambayeque y La Libertad, sin embargo, dichas inversiones (cuestionadas por Contraloría) no evitaron que las ciudades se inunden de nuevo. En respuesta, el Ministerio de Vivienda anunció un plan de contingencia para asegurar el funcionamiento de los SARE en Piura.