Con información de Scarlet Timaná
Actualizado el 25 de abril del 2024
Empujados por el viento, un grupo de embarcaciones artesanales a vela avanza con lentitud sobre el mar de Cabo Blanco, en el norte peruano. Al fondo, desperdigadas a lo ancho de todo el horizonte, una veintena de plataformas metálicas de petróleo completan el paisaje. Es, literalmente, la imagen de la interminable pugna entre pescadores y una actividad extractiva que se opone a la creación de la Reserva Mar tropical de Grau, una propuesta ambiental con más de una década de historia que no se ha podido concretar debido, principalmente, a la férrea oposición del sector hidrocarburos.
Eso lo sabe Alberto Jacinto Ruiz, un veterano pescador y dirigente comunal de El Ñuro, en Talara. “Hay dos grandes problemas para la pesca artesanal aquí”, nos dice mientras recorremos el mar de Cabo Blanco en su bote. “Primero los barcos industriales que ingresan a las cinco millas, de madrugada, y arrastran con todo el pescado. Cuando nosotros venimos a pescar, en la mañana, ya no encontramos nada. Y, en segundo lugar, las plataformas petroleras que con frecuencia sufren derrames de petróleo y contaminan nuestro mar”, explica el hombre que esta mañana viste un polo celeste que promociona la propuesta Mar Tropical de Grau.
Su colega, Marcelino Gonzales, presidente del gremio de pescadores El Ñuro, también defiende la creación de la reserva marítima: “Este proyecto nos ayuda bastante, porque beneficia a los pescadores, sobre todo porque es nuestro trabajo y de eso vivimos las familias del mar. Por eso nos hemos unido para sacar adelante esta propuesta”, dice.
¿Por qué es importante proteger el mar del norte peruano?
La propuesta de protección del mar del norte peruano nació en la gestión del expresidente Ollanta Humala, en 2016. Entonces se consiguieron 100 mil firmas de respaldo al proyecto, que era apoyado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), la sociedad civil, los pescadores artesanales y los ministerios de Producción y Ambiente. Sin embargo, se opusieron cuatro petroleras que operaban en el mar peruano del norte: Savia, Karoon, BPZ (Alfa Energy) y Gold Oil. Por fin, ayer miércoles 24 de abril, después de más de una década de lucha, por fin se hizo realidad el anuncio de la creación de la Reserva Nacional.
En el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski tampoco prosperó el proyecto, y recientemente el Sernanp ha retomado la iniciativa para concretar la propuesta. De hecho, desde enero de este año viene realizando una serie de actividades de promoción de la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau. En septiembre del año pasado, la entonces ministra del Ambiente, Albina Ruiz, dispuso la prepublicación del Decreto Supremo que establecía la reserva nacional.
«Esta área nace con la categoría de reserva nacional y con una zonificación que potenciará el turismo y las actividades económicas en las citadas regiones; además, garantizará la seguridad alimentaria y el respeto a la cultura de dichas zonas del país», dijo ayer el ministro del Ambiente, Juan Carlos Castro.
El establecimiento de la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau tiene como objetivo general conservar una muestra representativa de los ecosistemas del mar tropical de Perú, con el fin de contribuir a la mitigación del cambio climático y la continuidad de los procesos ecológicos, así como promover el uso sostenible de los recursos naturales. En esa línea, indica que “resulta compatible con los propósitos de conservación y participación previstos en la Ley y el Plan Director de las Áreas Naturales Protegidas, contribuyendo a la conservación de la biodiversidad nacional e incremento de la representatividad del SINANPE (Sistema Nacional de Áreas Naturales protegidas por el Estado Peruano)”.
La Reserva Nacional Mar Tropical Grau conservará cuatro zonas esenciales del mar peruano, con una extensión total de 115,675.89 hectáreas: Isla Foca, donde sobresalen los lobos marinos, pingüinos y piqueros de patas azules; Cabo Blanco-El Ñuro, que es zona de tortugas marinas y peces como el mero; Arrecifes de Punta Sal, rico en especies de peña, en corales y caballitos de mar; y el Banco de Máncora, una zona donde abunda el pescado de consumo directo.
“No solo se trata de conservar, sino que la creación de esta área traerá desarrollo. Pues, el aprovechamiento de espacios de manera sostenible permite que haya un tema de auge económico y turístico. Además, de conservar y fomentar el desarrollo del área, a través de estas actividades”, dijo Jessica Oliveros, del Sernanp durante una pasantía en el norte peruano que realizó a periodistas de Piura y Tumbes .
El mar, nuestra despensa futura
Vicente Juárez Inga, presidente de la Asociación ”Hijos del viento” de Cablo Blanco, conoce el mar desde niño; y ha visto cómo ha cambiado con el paso del tiempo y la llegada del petróleo. “Nosotros vivimos de la pesca y del turismo. Le enseñamos a los visitantes a armar balsas y los paseamos por el mar. Aquí ellos ven la riqueza que tenemos, pero también la depredación. Por eso es importante la creación de esta reserva”, dice el hombre de mar.
Muchas cosas han cambiado en nuestro mar, cuenta Cristhian Hidalgo, quien antes de convertirse en un renombrado chef creció en Máncora, el famoso balneario peruano. “Hace más de 10 años podías encontrar meros de 80 a 100 kilos. Ahora con las justas te venden de 30-40 kilos”, nos relata en su restaurante Tao. “Nosotros los empresarios somos conscientes de que se necesita proteger el mar peruano y evitar que desaparezcan las especies como el mero o el atún”, agrega.
En la actualidad hay dos proyectos de ley impulsados por las bancadas de Alianza Para el Progreso( APP) y Acción Popular que abrirían paso a la depredación en el mar peruano por parte de embarcaciones semi industriales y al uso de aparatos mecanizados que arrastran con el pescado, incluido el de tallas mínimas.
Alberto Jacinto, el veterano pescador de El Ñuro, sabe que si se aprueban ambos proyectos de ley el golpeado mar peruano del norte sufrirá consecuencias irreversibles. “Ahora nosotros luchamos contra los barcos arrastreros y bolicheras, que ingresan a las cinco millas a pescar, o mejor dicho a depredar. Necesitamos proteger el mar, porque se está acabando el pescado”, dice y sus palabras son respaldadas por dos pescadores que han salido desde las seis de la mañana y, cuatro horas después, apenas han conseguido unas cuantas cabrillas y doncellas que exhiben sin ánimo desde su embarcación.