
Por: Paul Viñas, biólogo por la Universidad Nacional de Piura
Yo, el algarrobo, ahora ya derribado en el suelo, agonizando, considero que mi destino será que aprovechen mi leña para alguna cocina de tantos hogares piuranos que hoy no usan gas balón de gas por su elevado costo, en un país donde irónicamente se produce gas.
En mis últimos instantes de vida, vienen a mi memoria, cual película, muchos pasajes de mi vida. Nací durante el Fenómeno de El niño de 1925, con abundante agua crecí rápido, eché raíces muy profundas y sobreviví en los siguientes años muy secos que azotaron Piura. Porque nosotros los algarrobos tenemos la capacidad de alcanzar grandes profundidades en busca de agua para nuestra supervivencia, lo que nos diferencia de los humanos. Estos sin agua no podrían sobrevivir ni un solo día. Además, durante toda mi vida he sido testigo del mal uso que le dan al agua las personas, cómo desperdician y cómo se desesperan cuando no la tienen.
En mi vida he visto crecer tanto la ciudad,: más casas, pistas, autos, motos y mucha gente. Las plantas absorbemos el dióxido de carbono que estos emiten y, a cambio, les bridamos el oxígeno que los humanos necesitan para vivir. El carbono me ha permitido crecer mucho, formar un tronco tan grueso y duro, tener muchas hojas, flores y frutos, que los humanos recolectan y dan de comer al ganado o con el que preparan esta sustancia tan nutritiva como la algarrobina o el coctel de algarrobina.
Cuando el último algarrobo caiga, será la ciudad la que empiece a morir en silencio.
Bajo mi sombra se han cobijado, tantos personajes del Barrio sur, generaciones que han buscado mi sombra y frescura para cobijarse del intenso sol, sobre todo en los veranos cálidos de Piura. Muchos mototaxistas y taxistas también han echado su siesta bajo mi sombra y, con seguridad, lo recuerdan ahora que hemos sido aniquilados de la Av. Don Bosco.
Entonces me pregunto: ¿qué de malo hemos hecho nosotros los algarrobos, porque, así como yo hay más de 500 hermanos algarrobos que están cayendo sin entender aún el por qué los humanos buscan eliminarnos?, ¿qué de malo hemos hecho?, ¿por qué hay gente tan inconsciente y mal agradecida con los algarrobos?, ¿quién toma estas decisiones en la ciudad de Piura, una ciudad tan caliente que necesita de nuestra sombra y servicios ambientales?
Antes de partir, solo me queda dejarles algunas reflexiones: nosotros los árboles existimos hace 380 millones de años, hemos sido testigos de muchos cambios en el clima, catástrofes, desapariciones masivas (como los dinosaurios), y los humanos apenas aparecieron hace 7 millones de años. Los árboles nos hemos adaptados a todos los climas para sobrevivir por nuestra propia cuenta. Por ejemplo, ante la falta de agua o climas extremos como el de Piura, nosotros seguimos de pie. Somos los únicos seres vivos que generamos nuestros propios alimentos, tomando elementos que abundan en la tierra, como el CO2 y el agua.
Me arrancaron de raíz sin escuchar mi silencio. Fui sombra en días de fuego, albergue de aves, guardián del tiempo. Mis ramas cobijaron juegos, descansos, amores.
Solo deseo que los humanos tomen conciencia y cuiden el ambiente donde viven, comprendan que todas sus actividades económicas dependen de su entorno natural, y es la misma naturaleza la que provee el agua, oxígeno, frutos, peces, tubérculos, granos, y mucho más.
Me arrancaron de raíz sin escuchar mi silencio. Fui sombra en días de fuego, albergue de aves, guardián del tiempo. Mis ramas cobijaron juegos, descansos, amores y, aun así, me derribaron, como si no hubiera memoria en mi corteza ni valor en mi existencia.
Lo ocurrido en la avenida Don Bosco no debe repetirse. Los árboles también tenemos derecho a la vida. Somos parte de la historia viva de Piura, de su alma más antigua. No nacimos para adornar, sino para sostener. Que mi caída no sea en vano. Que sirva para despertar conciencias antes de que el verde desaparezca del todo.
Porque cuando el último algarrobo caiga, será la ciudad la que empiece a morir en silencio.