Por: Dionel Martínez, de la Asociación de Geógrafos para la Planificación y Gestión Territorial
Hace casi un año, en mayo de 2023, publiqué una columna titulada “los desastres que nos quedan por sobrevivir”, en suma, haciendo alusión a la aparente ausencia de una cultura de gestión de riesgos de desastres de los peruanos y nuestra casi resignación a vivir en el desastre permanente. Hoy, en este espacio, me toca seguir hilando reflexiones en esa misma línea, porque lamentablemente, no ha habido prevención, ni mitigación y mucho menos reconstrucción exitosa, desde el último Niño costero de 2017.
El actual fenómeno de El Niño costero, catalogado de intensidad moderada y que se prevé, según el último pronóstico del ENFEN (2024, 16 de febrero), continuará con temperaturas del aire por encima de lo normal y con lluvias entre normales y de moderada intensidad, hasta abril, especialmente en el norte del país. Nos está mostrando la calamitosa situación de la reconstrucción que se imaginó con cambios y la gestión de riesgos de desastres (GRD) que parece una farsa. Bastaron unos cuántos días de lluvias intensas en la costa norte para volver a ver las fotografías recurrentes del desastre.
En las ciudades del norte donde se han gastado millones de soles para la prevención de las inundaciones, la semana pasada, vimos el casi colapso de una obra (conocida como Cinco Esquinas, en Piura), inaugurada hace apenas un mes, y, ejecutada por encargo del Ministerio de Vivienda, para la recolección y evacuación de las aguas de lluvia. Sin duda, es la radiografía del momento, un caso emblemático que revela la desastrosa gestión de riesgos de este gobierno y de los pasados. Y, no solo del gobierno central, sino también de los gobiernos regionales y locales.
Muchas veces, los medios de comunicación suelen poner el foco en la revisión del avance de la ejecución del presupuesto destinado a la gestión de riesgos de desastres, y, en función de ello, concluyen si hubo o no preparación frente a las múltiples amenazas. Sin embargo, hoy vemos que ese indicador no dice absolutamente nada acerca de cómo y con qué calidad se ejecuta ese gasto. Pareciera que los tres niveles de gobierno han aprendido a gastar el dinero, sobre todo el que se ejecuta en situación de emergencia, pero sus resultados e impactos en la reducción de la vulnerabilidad son nulos. Porque, así como colapsan las nuevas obras de drenaje, lo hacen también los puentes recién construidos, las nuevas carreteras, las barreras de contención contra inundaciones, etc.
Por ejemplo, el municipio distrital de Tambogrande, en el año 2016, había ejecutado cerca del 70 % del presupuesto para la GRD (Consulta Amigable, 2023). No obstante, Tambogrande, en el 2017, fue el segundo distrito con la mayor repercusión de daños causados por el Niño costero a nivel de todo el departamento de Piura (COEN-Indeci, 2017). Luego del desastre, uno podría esperar que los ingentes recursos públicos que se destinaron para la reconstrucción del distrito en los años 2017 y 2018 generaron resiliencia frente a los venideros eventos extremos. Desafortunadamente, el ciclón Yaku, en el 2023, y, el actual fenómeno de El Niño, nos muestran lo contrario. Seguimos viendo en vivo y en directo que los tambograndinos, al igual que muchos grupos de la población peruana, continúan estando muy expuestos a los riesgos de desastres. Es decir que todo lo gastado y la inversión en GRD “se hizo agua”, ya sea por corrupción o por obras pésimamente ejecutadas como la de Cinco Esquinas.
Lastimosamente, en el Perú, casi nunca castigamos a nuestros verdugos, ni penalmente, ni políticamente, y, es en parte por eso, que continuamos en un ciclo sin fin de desastres. Los y las ministras siguen en sus cargos, los alcaldes distritales negligentes y corruptos son elegidos alcaldes provinciales y aspiran a ser gobernadores regionales, los gobernadores regionales que fracasan en hacer una adecuada GRD aspiran a ser presidentes del Perú o congresistas, los ingenieros que ejecutan obras mal hechas continúan ejerciendo sin recibir una mínima llamada de atención con posible inhabilitación por parte de sus colegios profesionales y las empresas privadas que ejecutan estas obras siguen contratando con el estado como si nada hubiera pasado. Finalmente, si queremos cambios, debemos romper el ciclo del desastre, y, eso empieza por hacer memoria y castigar a los responsables.
Artículo publicado originalmente en la revista Signos, en la edición digital de marzo de 2024. Aquí lo reproducimos con autorización del autor.