Norte Sostenible

Illescas, la reserva amenazada que resiste en la costa peruana

Pablo Martínez jamás olvidará una mañana de abril del 2014, cuando observó por primera vez el vuelo de una pareja de cóndores cerca de la Quebrada Chorrillos, en la Reserva Nacional de Illescas, ubicada en Piura, en pleno desierto. El viento fresco y el cielo despejado completaban aquel cuadro que Martínez lleva en su memoria desde entonces. Nunca antes se había registrado la presencia de cóndores andinos en la zona. 

Acompañado por un compañero de trabajo, el guardaparques Martínez avanzó con cautela. En una pared rocosa, a 250 metros sobre el suelo, apareció una grieta ovalada. Dentro sobresalía un nido de unos 40 centímetros que albergaba un huevo color crema, protegido por pajitas y pequeñas plumas. Martínez no lo podía creer. Se trataba de un gran descubrimiento. Pablo se convirtió en el primer peruano que reportó el anidamiento de un cóndor andino en la costa peruana. 

Martínez, conocido como el ‘Zorro del desierto’, es el primer guardaparque oficial de Illescas. Desde muy joven, desarrolló un profundo vínculo con la ahora zona reservada. Como pescador artesanal, quedó cautivado por sus paisajes y por la riqueza natural de un territorio que abarca más de la mitad del desierto de Sechura y alberga miles de especies de flora y fauna. Ese vínculo con la tierra y el mar se transformó en compromiso cuando advirtió que la zona estaba amenazada.

Su labor de conservación comenzó hace más de 15 años, cuando se intensificó la pesca ilegal o informal de chinchorro y la presión sobre especies emblemáticas como el pingüino de Humboldt, los lobos marinos y el propio cóndor andino. En 2010, tras cuatro expediciones conjuntas entre la asociación civil Ecoplayas y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), Illescas fue reconocida parcialmente como Zona Reservada. 

Durante ese proceso, Martínez trabajó siete meses como guardaparque voluntario y luego se convirtió en guardaparque oficial hasta octubre de 2014. Aunque hoy ya no ejerce formalmente el cargo, nunca ha dejado de acompañar la defensa del área, que finalmente fue categorizada como Reserva Nacional en 2021. “Fueron once años de esfuerzo constante. La categorización fue un sueño cumplido para Sechura”, recuerda Pablo. “Es el mayor reconocimiento para el área y para quienes apostamos por protegerla”, añade.

Pesca ilegal y presión sobre el ecosistema 

En la actualidad, la principal amenaza que combaten los guardaparques en Illescas es la pesca ilegal, en especial el uso del chinchorro y redes de arrastre, ambas prohibidas por su impacto en el ecosistema marino, pero que son utilizadas para capturar grandes volúmenes de peces. Según Aldo Aguirre Cura, jefe del Sernanp y de la Reserva, estas redes afectan la estructura del ecosistema al capturar indiscriminadamente especies en distintas etapas de desarrollo. 

El impacto de estas prácticas no se limita a la fauna marina. Las redes de arrastre, que remueven el fondo marino, generan la destrucción de hábitats esenciales para el ciclo de vida de especies como el caballito de mar (Hippocampus ingens), el pez guitarra (Rhinobatos percellens) y el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti), una especie catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

‘’Muchos pescadores vienen de la zona de Lambayeque y aprovechan los momentos en que no hay vigilancia. Si bien la pesca ilegal ha disminuido con los puestos de control, aún falta personal para una fiscalización efectiva”, sostuvo el guardaparques Martínez.

Pesca con chinchorro (aparejo prohibido) en la Reserva Nacional Illescas-Piura. Foto: Cortesía Sebastián Castañeda.

Aunque es esporádica, la tala ilegal de algarrobo tiene un impacto significativo. El bosque seco de Illescas es ralo y el crecimiento de esta especie es lento debido a las condiciones climáticas. Cada árbol perdido representa años —incluso décadas— de recuperación.

Otro de los desafíos en Illescas es el vinculado al turismo. El problema no es la falta de potencial, sino a una combinación de limitaciones logísticas, falta de promoción y gestión desordenada de los visitantes, lo que obstaculiza su desarrollo como motor económico.

El turismo en Illescas es catalogado como de «aventura» o «pura adrenalina», por lo que el acceso solo es posible con vehículos 4×4, debido a la precariedad de las trochas. Esto también encarece las visitas y reduce la afluencia de turistas. No existen rutas de transporte público ni una infraestructura mínima que incentive la llegada de visitantes.

“La falta de promoción y de gestión municipal ha sido evidente durante años. A veces llegan solo dos o tres turistas por semana, pese a todo el potencial natural y cultural que existe. He visto pasar muchas gestiones municipales, pero ninguna de ellas se ha preocupado por invertir y gestionar el turismo en Illescas», cuestiona Pablo Martínez. 

A ello se suma el ingreso desordenado de visitantes que no se registran ni cuentan con guía. Algunos aprovechan la marea para entrar por la playa, dejando residuos sólidos y perturbando a la fauna. La falta de señalización y control agrava el problema.

La noble labor de los guardaparques

Junior Quispe García de 43 años es uno de los guardaparques oficiales de la Reserva Nacional de Illescas. Nació en la región de Ica y llegó a Piura en 2023. Durante 10 años se ha dedicado a ser el guardián de distintas áreas protegidas en todo el país, pues su amor por la biología desde muy pequeño le hizo trazarse un solo objetivo: conservar, proteger y difundir. 

‘’La vocación de guardaparque no solamente es conservar, también es difundir y generar conciencia en la población de que estos espacios ecosistémicos son importantes no solo a nivel local o nacional, sino a nivel de todo el planeta’’, contó Quispe a Norte Sostenible.

Cuando Quispe llegó a Illescas, solo existía un puesto de control y una cuatrimoto. Aun así, el equipo logró reducir la pesca ilegal y ordenar actividades turísticas y extractivas, apoyándose en ganaderos y pescadores locales como aliados para la vigilancia.

La labor de los guardaparques en Illescas es esencial para la conservación del ecosistema. Foto: Analí Valencia/ Norte Sostenible.

Quispe también realiza monitoreos científicos, como censos de lobos marinos chuscos por grupos etarios. “Si el tamaño de la población aumenta al año siguiente, esto es una evidencia de que el lugar no ha sido perturbado y se mantiene conservado’’, explica.  

A esta labor se suma Brenda Calderón, de 22 años, natural de Chulucanas y guardaparques voluntaria. Estudió turismo y hace dos meses inició esta labor, con la única convicción de impulsar el turismo sostenible en esta área nacional protegida. Además, su trabajo se centra en ordenar el ingreso de visitantes, registrar turistas y promover normas básicas de conservación. Pasa hasta 22 días al mes alejada de su familia y sin conexión, pero su amor por Illescas, le permiten continuar,.

“Me gustaría que más jóvenes como yo se unan al cuidado de este lugar que realmente lo necesita, que comprendan que también es nuestro deber contribuir a la protección de estos espacios naturales’’, sostiene Calderón. 

Ambos coinciden en que se necesitan más recursos, más personal y una visión a largo plazo que integre conservación y desarrollo local. “Illescas es un lugar muy tranquilo, de hermosos paisajes y animales. De repente te despiertas y te encuentras un grupo de pelícanos en la orilla, o te topas con un increíble avistamiento de ballenas, o quizás, ver el gracioso caminar del pingüino. Puedes tomar fotografías, hacer vídeos, disfrutar. Este tipo de experiencias nos motivan a continuar”, sostuvo Junior Quispe. 

Plan para conservar Illescas

En 2023, el Comité de Gestión aprobó el Plan Maestro de la Reserva Nacional Illescas 2024–2028, que establece estrategias para conservar sus ecosistemas, proteger especies en peligro y beneficiar a la población local mediante actividades sostenibles.

La Municipalidad Provincial de Sechura fue una de las instituciones que contribuyó a la elaboración de dicho Plan, aunque enfrenta críticas por la falta de inversión directa en infraestructura y personal. Marko Amaya, subgerente del área de Turismo, sostuvo que su área viene ejecutando labores de promoción y concientización a favor de la Reserva.

“Nuestras acciones están centradas en la promoción responsable y la sensibilización, realizando actividades como festivales y concursos para educar a la comunidad local sobre la reserva, ya que el turismo en este tipo de área es restringido y no masivo debido a la necesidad de mantener el control y la capacidad de carga turística’’, explicó Amaya. 

Asimismo, subrayó que la conservación de la reserva consiste en un trabajo articulado entre múltiples entidades públicas y privadas, como la academia, comunidades locales y emprendedores. 

En Illescas abundan los lobos marinos, pingüinos, entre otras especies. Foto: Analí Valencia/ Norte Sostenible.

Iniciativas como el Proyecto BAF: Mar 2025, impulsado por The Nature Conservancy Perú, la SPDA y el Sernanp, fortalecen la gestión de la reserva mediante apoyo técnico y financiero. El proyecto también capacita a mujeres de la pesca artesanal, promoviendo su empoderamiento económico y su rol como aliadas de la conservación. 

Mariano Panta, natural de Sechura, también fue parte de este proyecto. Junto a un grupo de pescadores y operadores turísticos de Bayovar, forma parte del grupo formalizado en la actividad turística y capacitados para implementar un turismo sostenible, además, enseña a otros pescadores sobre la importancia de conservar esta zona, y realiza labores de voluntariado en la limpieza de playas. 

Panta también posee su empresa de embarcaciones pequeñas, llamada “Yate Sechura”, que, junto a «Turismo Martínez», otro de los pocos operadores turísticos de Illescas, apuestan por un turismo social y responsable. En el caso de Pablo Martínez, más que un negocio, es una forma de seguir defendiendo el territorio que ama.

“Yo continúo en mi labor de conservación, de ser un agente de sensibilización y difusión de Illescas, promoviendo el área a pesar de los desafíos logísticos, y asegurando que las visitas turísticas que organiza se realicen bajo los principios de responsabilidad y conservación”, señala. 

Un ecosistema clave para la biodiversidad 

La Reserva Nacional Illescas, que este 24 de diciembre cumple cuatro años, protege 36 550,70 hectáreas del desierto costero de Piura. De acuerdo con el Ministerio del Ambiente, alberga al menos 121 especies de aves, 11 de mamíferos, 13 de reptiles y 67 de flora. El litoral de este desierto está compuesto por un macizo, una porción de corteza terrestre que ha sido desplazada. 

Asimismo, cuenta con ecosistemas variados, como un relicto de manglar, bosque seco tipo sabana y vegetación de lomas, formadas con la evaporación del mar en la zona más al norte del país. Es el único lugar de la costa peruana donde anida el cóndor andino y uno de los sitios más importantes para su conservación desde hace más de 50 años.

Cumple un rol clave en la seguridad alimentaria y económica de la población local, al sostener la pesca no embarcada y la acuicultura. Sin embargo, su aprovechamiento turístico aún enfrenta el desafío de la informalidad. Según el biólogo y docente de la Universidad Nacional de Piura, Sahiro Domínguez Troncos, Illescas alberga alrededor de 5 870 lobos marinos chuscos (Otaria flavescens), cuya presencia cumple una función ecológica clave y representa un gran potencial para el ecoturismo. Su reciente investigación en el año 2021, producto de una beca otorgada por el Sernanp, Cies y Profonanpe, le ha permitido identificar zonas y épocas de avistamiento sin generar impactos negativos, sentando las bases para un turismo sostenible.

Illescas también tiene porción de bosque seco, un ecosistema característico del norte peruano. Foto: Analí Valencia/ Norte Sostenible.

“El aprovechamiento responsable de la belleza natural genera desarrollo y garantiza que estos beneficios se mantengan en el tiempo”, explica Domínguez. Añade que es factible continuar fomentando el ecoturismo sostenible en la reserva, especialmente en las zonas de avistamiento del lobo marino sudamericano. 

Señala que los meses de septiembre y octubre son los más propicios, ya que se registra una mayor presencia y diversidad de especies. Asimismo, plantea que los guardaparques y voluntarios deben mantener las labores de control, vigilancia y monitoreo de esta especie, dado que forman parte del área natural protegida y cuentan con acceso directo al entorno. Finalmente, subraya la importancia de seguir promoviendo la investigación científica y de asignar fondos económicos que permitan financiar y monitorear adecuadamente proyectos de investigación, tanto del lobo marino como sobre otras del ámbito marino-costero.

Ha pasado más de una década desde que Pablo Martínez descubrió un nido de cóndor en el macizo; sin embargo, la Reserva Nacional Illescas sigue enfrentando amenazas constantes, pero también, sigue en pie gracias a voluntarios como Pablo, Brenda o Junior. El cóndor continúa volando sobre el mar, recordando que incluso en los lugares más áridos puede gestarse la vida si hay manos dispuestas a protegerla. Illescas es, al final, ese nido frágil y resistente a la vez: un territorio que, como aquel huevo en la roca, necesita tiempo, vigilancia y compromiso para poder alzar vuelo.

Foto de portada: Reserva Nacional de Illescas. Crédito: Analí Valencia/ Norte Sostenible.

Desde el histórico hallazgo del primer nido de cóndor andino en la costa peruana, hace más de una década, hasta los desafíos actuales frente a la pesca ilegal y el turismo informal, la Reserva Nacional Illescas se mantiene viva y cumple cuatro años gracias a la persistencia de sus guardianes y a iniciativas que apuestan por la conservación ambiental y el desarrollo local. En este reportaje exponemos su importancia y los retos pendientes en la gestión de esta área natural protegida del norte peruano.

18 diciembre, 2025