Con información de nuestro colaborador Nelson Peñaherrera
Si hay algún negocio que sintetiza a Lobitos —un paraíso para surfistas y amantes de la playa— se llama ‘Tranqui’. El nombre con el que se conoce al restaurante de Tranquilino Ramos Guerrero, un veterano habitante de este balneario piurano que hace casi un mes fue golpeado por un derrame de crudo de petróleo y luego por un maretazo. “Ya no hay turismo. Estamos así: vacíos”, dice y al fondo sus mesas se observan sin comensales. “La poca gente que viene no puede bañarse, porque el agua está todavía con petróleo”, añade moviendo la cabeza de lado a lado.
Lo de Tranquilino es impotencia. Sentir que no puede torcer el rumbo de la situación. Saberse atado de manos y pies ante un desastre ambiental que pudo evitarse. No poder acelerar la entrega de canastas de víveres prometidas por Petroperú o las indemnizaciones para sobrevivir. Entonces, ¿cómo sobrevives sin clientes?, Tranqui. “Hacemos lo posible, hay que ver de dónde”, dice el hombre que ha visto fuertes oleajes anómalos en el litoral, pero nunca un derrame como el ocurrido en diciembre del 2024.
Su restaurante, ‘Tranqui’ simboliza la paz en un balneario amado por surfistas, que fue locación del Mundial de Surf, y adonde llegan los turistas que buscan desconexión. Pero hoy, más que un sitio apacible, es un balneario fantasma. La bandera roja de ‘playa no saludable’ al ingreso, advierte del peligro que representa por el derrame de petróleo. En las rocas de La Punta todavía se observa crudo de petróleo pegado y percebes negros, embadurnados de hidrocarburo.
Empresarios endeudados y sin ingresos económicos
A cincuenta metros del restaurante ‘Tranqui’ se ubica ‘Cora’, un negocio famoso por la sazón de sus cocineros y la calidez en el trato al cliente. La dueña, Hilaria Céspedes, o más conocida como ‘Cora’, es también un símbolo en el balneario. La mujer, confiada en que este verano el flujo turístico aumentaría, invirtió 80 mil soles en la ampliación de su local. Sin embargo, luego de la emergencia ambiental por el derrame y los oleajes ha ido al banco para pedir que le reprogramen su crédito y le bajen su cuota.
“Somos muchos los perjudicados: restaurantes, hoteles, pescadores, los que alquilan las sombrillas, los ambulantes. Es un pueblo chico que vive de los tres meses de verano. Hemos sacado préstamos para trabajar y estamos a pique. No hay gente, ni sábado ni domingo. Nosotros vivimos del turismo”, cuenta la empresaria que espera soluciones más efectivas y rápidas por parte del gobierno peruano y Petroperú.
Testimonios como el de ‘Cora’ o ‘Tranqui’ se repiten mientras se avanza por la playa. Negocios vacíos, sombrillas sin gente y lamentos de emprendedores endeudados por culpa de un derrame de petróleo que jamás imaginaron. En épocas normales, Lobitos debería estar repleto de visitantes, surfistas corriendo una de las olas más grandes del mundo; turistas comprando pescado en el muelle artesanal, decenas de embarcaciones ancladas. Pero hoy no: la situación es dramática.
La pesca, el otro sector golpeado
En el muelle de Lobitos aún se observan los rezagos del maretazo: barandas rotas, piso hundido y techo de calaminón destruido. Por estos días, la infraestructura se observa con pocos pescadores. “Recién ayer [martes] hemos salido algunos pescadores. Pero nos vamos a pescar al fondo, porque acá cerca todavía hay crudo de petróleo en el fondo, el pescado está contaminado”, dice un pescador que acaba de volver en su pequeña embarcación. Evita darnos su nombre, porque cree que trabajamos para Petroperú.
“No sabemos si estás tomando fotos para Petroperú y luego dirán que ya todo está limpio y volvió a la normalidad”, agrega otro pescador. En general, en el muelle se respira mucha desconfianza hacia la empresa petrolera estatal. “Ayer sacaron una lisa con petróleo, yo la tengo en mi casa”, añade una señora canosa que ha venido al muelle a comprar pescado para luego revender en el pueblo.
Jorge Periche, presidente del Gremio de Pescadores de Lobitos, cuenta que siguen negociando en Lima con Petroperú la entrega de canastas de víveres para los 300 pescadores afectados por el derrame de petróleo; así como el pago de 60 mil soles por concepto de indemnización a cada pescador afectado. “Estamos avanzando, pero aún no hay nada concreto. La pesca en Lobitos está paralizada porque la contaminación sigue en el mar”, agrega por teléfono.
Por su parte, Quenny Carreño, del Frente de Defensa de los Intereses de Lobitos, dijo a Norte Sostenible que los pocos pescadores que están saliendo a altamar viven una lucha constante por vender su pescado. “No les quieren comprar porque dicen que está contaminado con petróleo. En temporada de Año Nuevo se solía recibir hasta 50 mil personas, pero este año apenas y contábamos 50 personas”, indicó.
Los rezagos del petróleo y otros desafíos
El joven Iván Vite es un habitante de Lobitos que, desde el inicio de la emergencia ambiental, estuvo muy pendiente de la evolución del balneario. Ahora es parte del Comité de Monitoreo Ambiental que conformaron en el distrito; y acompaña en todas las visitas a las autoridades que llegan a supervisar los estragos del derrame. En las últimas cuatro visitas que realizó personal de la Gerencia de Recursos Naturales del Gobierno Regional de Piura, Vite los guió por las playas afectadas.
Hoy no ha sido la excepción. “Acá mira, en las rocas hay crudo impregnado”, dice mientras señala las rocas en la Playa La Punta. “Todavía hay restos de petróleo en varios sectores como este y en Las Capullanas”, agrega. “Pero lo más triste y que pocos atienden es los percebes: mira cómo salen, negros por el crudo. Ha cambiado su color”, señala mientras nos muestra en su mano derecha dos percebes: uno anaranjado; el otro oscuro.
El recorrido que realizamos con Vite por Las Capullanas y La Punta se refuerza con los informes de resultados presentados por el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (Oefa), que señalan que todavía persisten rasgos de contaminación en las playas de Lobitos. El 10 de enero de este año, por ejemplo, presentaron los resultados del análisis de laboratorio a las muestras tomadas.
De acuerdo con la Guía Atlantic RBCA que recogen en su reporte (usada en la evaluación de sitios impactados por derrames de petróleo), aún existían hidrocarburos en los sedimentos de las playas Peña Negra y Malacas. La evaluación se realizó del 24 al 31 de diciembre del 2024. Un reporte anterior señalaba contaminación además en las playas Las Capullanas, Yapato y Baterías.
Oefa señaló, además, que el desplazamiento de hidrocarburo abarcó la zona submareal de 228,74 hectáreas desde el Terminal Multiboyas de la Refinería de Talara hasta la playa Cabo Blanco. En otras palabras: toda esa zona resultó contaminada por el crudo de petróleo, que ha afectado a gran parte de las playas del norte peruano. Asimismo, el organismo informó en una reunión multisectorial el pasado 15 de enero que, debido al incumplimiento de la identificación y control de la fuente del derrame, se le impuso a Petroperú una multa de 36 UIT.
Respecto a las soluciones, Petroperú ha confirmado que entregarán vales de consumo para la compra de víveres por el valor de 300 soles semanales, durante cinco semanas, a los afectados. Sin embargo, precisó que han tenido retrasos con los proveedores, por lo cual la primera entrega de dichos vales se realizará, a más tardar, este 20 de enero, cuando se cumpla un mes del derrame de petróleo.
Por su parte, la Diresa Piura ha coordinado con el presidente del gremio de pescadores de Lobitos cuatro campañas integrales de salud para atender a personas expuestas a hidrocarburos. Estas se realizarán el 24 de enero, 13 de febrero, 28 de febrero y 14 de marzo. La entidad también indicó que se viene difundiendo una campaña para evitar que los visitantes ingresen a playas no saludables, como es el caso de Lobitos.
“Queremos que las autoridades se pongan en nuestro pellejo. Estamos muy mal; y lo que necesitamos es ayuda urgente”, dice ‘Cora’, la mujer que ha resumido bien la situación que atraviesa un balneario golpeado, sobre todo, por la falta de una respuesta rápida ante una emergencia ambiental que se volverá constante en estos tiempos difíciles.